La deidad de Cristo

Don Closson


Introducción

Hace poco recibí una carta de una persona que sostiene que hay un solo Dios, que es llamado por diferentes nombres y adorado por muchas personas diferentes con diferentes creencias. Este tipo de pensamiento acerca de Dios es común hoy, pero su popularidad no disminuye los problemas intelectuales que involucra. Por ejemplo, ¿incluye este concepto el dios de los aztecas que requería el sacrificio de niños? ¿Y los dioses guerreros de la mitología nórdica: Odín, Tor y Loki? ¿Cómo encaja en este marco teológico la creencia de los mormones de que todos podemos volvernos dioses si nos unimos a su organización y seguimos su sistema de buenas obras? Aun John Hick, un influyente religioso pluralista, cree que sólo puede considerarse que algunas de las grandes religiones del mundo tienen una visión válida de Dios. El islamismo, el cristianismo, el judaísmo, el budismo y el hinduismo son válidos, pero el satanismo y las religiones del tipo de la secta de Waco, Texas, no. La creencia de que todos los sistemas religiosos adoran a un Dios plantea preguntas difíciles cuando vemos cómo diferentes grupos retratan a Dios y buscan describir cómo debemos relacionarnos con Él.

El tema se vuelve aún más crítico cuando una tradición religiosa dice que Dios se hizo carne, convirtiéndose en hombre, y caminó por la tierra. La tradición cristiana ha afirmado durante casi dos mil años que Dios hizo esto justamente. El Evangelio de Juan proclama que "aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad". Juan, por supuesto, está hablando de Jesús, y su afirmación presenta un interesante desafío para un pluralista religioso. Si lo que dice Juan y el resto de los escritores del Nuevo Testamento acerca de Jesús es cierto, entonces tenemos a Dios, literalmente, en la carne, caminando con una pequeña banda de discípulos a quienes enseñaba. Si Jesús fue Dios encarnado mientras caminó por la tierra, tenemos un relato de primera mano de cómo es Dios en el registro bíblico. Las afirmaciones de verdad acerca de Dios que se oponen a las que da la Biblia deben ser descartadas, entonces. En otras palabras, si Jesús fue Dios en la carne durante su tiempo en la tierra, los demás textos o tradiciones religiosos están equivocados cuando enseñan acerca de Dios o acerca de conocer a Dios de formas que contradicen el registro bíblico.

En este artículo consideraremos la evidencia a favor de la deidad de Cristo. Las afirmaciones de verdad del cristianismo dependen de esta enseñanza central y, una vez aceptada, esta afirmación reduce grandemente la viabilidad del pluralismo religioso, es decir tratar a todas las creencias religiosas como igualmente verdaderas. Porque si Dios verdaderamente se hizo carne y habló directamente a sus discípulos acerca de cosas como el pecado, la redención, un juicio final, religiones falsas y la verdadera adoración, entonces tenemos que el Dios del universo expresa intolerancia hacia otras afirmaciones religiosas -específicamente, afirmaciones que descartan la realidad del pecado y quitan la necesidad de redención o la realidad de un juicio final. Algunos podrían no concordar con la intolerancia religiosa de Dios, pero, de nuevo, discrepar con Dios es lo que la Biblia denomina pecado.

En vez de comenzar con una respuesta a los ataques a la deidad de Cristo hechos por críticos modernos como el Seminario de Jesús o los gnósticos de la nueva era, nuestra discusión comenzará por la propia autoconciencia de Jesús; en otras palabras, lo que Jesús decía y pensaba acerca de sí mismo. Luego consideraremos las enseñanzas de los Apóstoles y la iglesia primitiva. Mi meta es establecer que, desde su creación, el cristianismo ha enseñado y creído que Jesús era Dios en la carne, y que esta creencia fue el resultado de las palabras mismas que habló Jesús acerca de su propia esencia.

La autopercepción de Cristo

Al comenzar a examinar la evidencia que apoya la afirmación de que Jesucristo es Dios en la carne, o Dios encarnado, un buen punto de partida es el propio autoconcepto de Jesús. Debe admitirse primero que Jesús nunca define su lugar en la Trinidad con terminología teológica. Sin embargo, hizo muchas afirmaciones acerca de sí que no sólo serían inadecuadas sino blasfemas si no era Dios encarnado. Es importante recordar que la vida de Jesús no estuvo dedicada a hacer teología o a pensar y escribir acerca de temas teológicos. En cambio, su vida estuvo centrada en relaciones, primero con sus discípulos y luego con el pueblo judío. El propósito de estas relaciones fue engendrar en este pueblo la creencia en Jesús como su Salvador o Mesías, como su única fuente de salvación. Jesús dijo a los fariseos, los líderes religiosos de su tiempo, que morirían en sus pecados si no creían que Él era quien decía ser (Juan 8:24). Y a un fariseo, Nicodemo, Jesús dijo: "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Millard Erickson, en su libro, Christian Theology, logra mostrar muy bien la evidencia de que Jesús se consideraba igual en esencia a Dios. {1} A menos que fuera Dios, hubiera sido sumamente inapropiado que Jesús dijera, como lo hace en Mateo 13:41, que tanto los ángeles como el reino son del Él. En otras partes, los ángeles son llamados "los ángeles de Dios" (Lucas 12:8, 9; 15:10) y la frase "reino de Dios" se encuentra a lo largo de toda la Biblia. Pero Jesús dice: "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad" (Mateo 13:41).

Cuando el paralítico de Marcos 2:5 fue bajado del techo por sus amigos, la primera respuesta de Jesús fue decir que los pecados del hombre eran perdonados. Los escribas sabían las implicaciones de esta declaración, porque sólo Dios podía perdonar pecados. Sus comentarios muestran claramente que entendían que Jesús estaba ejerciendo un privilegio divino. Jesús tuvo una oportunidad maravillosa de aclarar las cosas negando que tuviera la autoridad para hacer lo que sólo Dios puede hacer. En cambio, su respuesta sólo refuerza su atribución de divinidad. Jesús dice: "¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa". Para confirmar su autoridad para perdonar pecados, Jesús permitió al hombre levantar su lecho y volver a su casa.

Hay dos áreas más donde Jesús reclamó autoridad, juzgar el pecado y el cumplimiento del día de reposo. Ambas eran consideradas prerrogativa de Dios por los judíos. En Juan 5:22, 23, Jesús dice: "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre". Jesús también se atribuyó la autoridad para cambiar la relación del hombre con el día de reposo. Honrar el día de reposo es uno de los Diez Mandamientos, y se les había dado instrucciones estrictas a los judíos de que lo guardaran. En el libro de Números, Dios le dice a Moisés que apedreara a todo hombre que recogiera madera el día de reposo. Sin embargo, en Mateo 12:8 Jesús dice que "el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo".

Estos ejemplos muestran que Jesús hizo afirmaciones y realizó milagros que revelan una autopercepción de su propia divinidad. En nuestra próxima sección continuaremos en esta línea.

La autopercepción de Cristo, segunda parte

A esta altura de nuestra discusión ofreceremos un ejemplo más del autoconocimiento de Jesús de su igualdad esencial con Dios.

Varios comentarios que hizo Jesús acerca de su relación con el Padre serían inusuales si Jesús no se considerara igual en esencia con Dios. En Juan 10:30 dice que verlo a Él era ver al Padre. Más adelante, en Juan 14:7-9, agrega que conocerlo a Él era conocer al Padre. Jesús también dijo haber existido antes de su encarnación en la tierra. En Juan 8:58 dice: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy". Algunos creen que las palabras usadas aquí por Jesús constituyen su atribución de deidad más fuerte. Según Expositors Bible Commentary, este pasaje podría ser traducido más literalmente: "Antes que Abraham viniera a la existencia, yo existía continuamente". Los judíos reconocieron la frase "Yo soy" como una frase que se refería a Dios, porque Dios la usó (1) cuando comisionó a Moisés para que exigiera la liberación de su pueblo a Faraón (Éxodo 3:14), y (2) para identificarse a sí mismo en las proclamaciones teístas en la segunda mitad de Isaías. Jesús también declara que su obra no se diferencia de la del Padre. Proclama: "Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23). Los judíos que escucharon a Jesús entendieron la naturaleza de estas afirmaciones. Luego de decir que existía antes que Abraham, inmediatamente recogieron piedras para matarlo por blasfemia, porque entendieron que había dicho que era Dios.

En su juicio, Jesús hace una declaración más clara de quién es Él. Los judíos decían a Pilato, en Juan 19:7: "Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios". Mateo 26 registra que, en el juicio de Jesús, el sumo sacerdote le dijo: "Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo". Esta habría sido una excelente oportunidad para que Jesús se salvara aclarando cualquier concepto erróneo acerca de su relación con el Padre. En cambio, se pone en una posición de igualdad, de poder y autoridad únicos. De nuevo, los judíos entienden lo que dice Jesús. El sumo sacerdote proclama: "¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia". Pilato pide un voto del concilio y éstos exigen su muerte (Mateo 26:65, 66).

Otro indicador de cómo Jesús se percibía a sí mismo es su uso de las Escrituras del Antiguo Testamento y la forma en que hacía sus propias proclamaciones de verdad. En varios casos Jesús comenzó una oración diciendo: "Oísteis que fue dicho ... pero yo os digo" (Mateo 5:21, 22, 27, 28). Jesús otorgaba a sus palabras la misma autoridad que a las Escrituras. Aun los profetas, cuando hablaban de parte de Dios, comenzaban sus declaraciones diciendo: "Vino palabra del Señor a mí", pero Jesús comienza diciendo: "Yo os digo".

Hay otras indicaciones de cómo Jesús se veía a sí mismo. Por ejemplo, la afirmación de Cristo de tener autoridad sobre la vida misma en Juan 5:21 y 11:25, y su uso del título autorreferencial de "Hijo de Dios" apuntan a un poder y autoridad únicos y a su igualdad esencial con Dios.

La enseñanza de los Apóstoles

Ahora echaremos una mirada a lo que los seguidores de Jesús decían de Él. El Evangelio de Juan comienza con una declaración asombrosa, tanto de la deidad como de la plena humanidad de Cristo. "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios". Más adelante, en el versículo catorce, Juan dice que este "Verbo" se hizo carne y habitó entre nosotros, y apunta a Jesús como este "Verbo" encarnado. ¿Qué quiso decir Juan con este notable pasaje?

La primera frase podría traducirse literalmente: "Cuando comenzó el comienzo, el Verbo ya estaba ahí". En otras palabras, el "Verbo" coexistía con Dios y antedata el tiempo y la creación. La segunda frase -"el Verbo era con Dios"- indica tanto igualdad como distinción de identidad. Una traducción más literal podría ser "el Verbo estaba cara a cara con Dios", dando a entender personalidad y coexistencia relacional. Algunos grupos, como los Testigos de Jehová, dan mucha importancia al hecho de que la palabra "Dios" en la tercera frase -"el verbo era Dios"- carece de artículo. Esto, sostienen, permite que el sustantivo Dios sea traducido como un sustantivo indefinido, tal vez refiriéndose a "un Dios" pero no a "el" Dios todopoderoso. En realidad, la falta de artículo para el sustantivo refuerza el caso a favor de la deidad del "Verbo". La frase griega theos en ho logos describe la naturaleza del "Verbo" y no la naturaleza de Dios. El artículo ho antes de la palabra logos muestra que la oración describe la naturaleza del Verbo; él tiene la misma naturaleza y esencia del sustantivo en el predicado; es decir, el Verbo es divino. Es interesante notar que los versículos 6, 12, 13 y 18 del mismo capítulo se refieren inequívocamente a Dios el Padre y usan un sustantivo sin el artículo. {2} Sin embargo, es extraño que los Testigos de Jehová no cuestionen el significado de estos pasajes.

El autor de Hebreos escribe claramente acerca de la deidad de Cristo. El primer capítulo dice que "[el Hijo es] el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder". El pasaje dice también que Jesús no es un ángel y tampoco es sólo un sacerdote. En Colosenses 1:15 y 16, Pablo dice: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten". Si bien Pablo atribuye claramente características divinas a Jesús, el uso de la palabra "primogénito" suele causar confusión. La palabra puede ser una referencia a prioridad en el tiempo o supremacía en rango. Dado que Jesús es descrito como el Creador de todas las cosas, el concepto de supremacía parece el más apropiado. Filipenses 2:5-11 también habla de que Jesús existe en la forma de Dios. El término griego usado para "forma" es morphe, que denota una manifestación externa de una esencia interior.

Debe hacerse mención también del uso que hacen los escritores del Nuevo Testamento de la palabra Señor para Jesús. La misma palabra griega se usó en el Antiguo Testamento griego, la Septuaginta, como la traducción de las palabras hebreas Yahvé y Adonai, dos nombres especiales dados a Dios el Padre. Los Apóstoles quisieron aplicar el sentido más elevado de este término al referirse a Jesús.

La iglesia primitiva

Hasta ahora hemos estado examinando la afirmación cristiana de la divinidad de Cristo, considerando primero el propio autoconcepto de Jesús y luego los pensamientos de quienes escribieron el Nuevo Testamento. No está dentro del alcance de este ensayo argumentar que las palabras atribuidas a Jesús por los escritores del Nuevo Testamento son verdaderamente de Él. En cambio, hemos sostenido que las palabras atribuidas a Jesús ciertamente afirman una igualdad esencial con Dios el Padre. La visión tradicional de la fe cristiana ha sido que Dios se reveló a sí mismo a nosotros como tres personas separadas -Padre, Hijo y Espíritu Santo- que compartían una esencia común.

La creencia en la igualdad esencial de Jesús con Dios el Padre fue comunicada por los Apóstoles a los padres de la iglesia, a quienes encomendaron la tarea de conducir la iglesia. Aun cuando estos líderes primitivos lucharon a menudo con la forma de describir el concepto de la trinidad con precisión teológica, sabían que su fe era en una persona que era a la vez hombre y Dios.

Clemente de Roma es un buen ejemplo de esta creencia. Al escribir a la iglesia de Corinto, Clemente da a entender la igualdad de Jesús con Dios el Padre cuando dice: "¿Acaso no tenemos un Dios, y un Cristo, y un Espíritu de gracia derramado sobre nosotros?". Más adelante, en su segunda carta, Clemente dice a sus lectores que "piensen en Jesús como Dios, como el juez de los vivos y muertos". Clemente también escribió de Jesús como el Hijo de Dios preexistente; en otras palabras, Cristo existió antes que asumiera carne humana. Ignacio de Antioquía habló de la naturaleza de Cristo en su carta a los efesios: "Hay un solo médico, de carne y espíritu, generado e inherente, Dios en el hombre, vida en la muerte, Hijo de María e Hijo de Dios". Un poco más adelante, Ireneo de Lyons (ca. 140-202 d.C.), tuvo que enfatizar la humanidad de Cristo debido a la herejía gnóstica que sostenía que Jesús era solo una emanación divina. Ireneo escribió: "Hay, por lo tanto ... un Dios el Padre, y un Cristo Jesús, nuestro Señor, quien ... reunió todas las cosas en sí mismo. Pero en todos los aspectos, también, es hombre, la formación de Dios; y así tomó al hombre en sí mismo, lo invisible haciéndose visible, lo incomprensible haciéndose comprensible, lo impasible volviéndose capaz de sufrir, y la Palabra hecha hombre, resumiendo así todas las cosas en sí mismo" (Contra las herejías III, 16). Durante el mismo período de tiempo, Tertuliano de Cartago (ca. 155-240 d.C.) escribió acerca de la naturaleza de Cristo que "lo que nacido en la carne es carne, y lo que es nacido en el Espíritu es espíritu. La carne no se convierte en espíritu, ni el espíritu en carne. Evidentemente pueden estar (ambos) en una (persona). De éstos está compuesto Jesús, de carne como hombre y de espíritu como Dios" (Contra Praxeas, 14). Más tarde agregó: "Vemos su estado doble, no entremezclado sino unido conjuntamente en una persona, Jesús, Dios y hombre" (Contra Praxeas, 27).

Para el año 325 d.C., la iglesia había comenzado a sistematizar la respuesta del cristianismo a las diversas visiones heréticas de Cristo. El Credo de Nicea afirmó: "Creemos en un solo Dios Padre todopoderoso. Creador del cielo y la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios engendrado del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado no creado, de la misma substancia con el Padre y por quien todo fue hecho". {3}

La creencia en que Jesucristo es de la misma esencia que Dios el Padre comenzó con Jesús mismo, fue enseñada a sus Apóstoles que, a su vez, transmitieron esta creencia a los Padres y apologistas de la iglesia primitiva. La deidad de Cristo es el fundamento sobre el cual descansa la fe cristiana.

Notas

  1. Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1985), pp. 684-90.
  2. Merrill C. Tenney, The Expositors Bible Commentary, vol. 9 (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1981), pp. 28-29.
  3. Henry Bettenson, ed., Documents of the Christian Church (New York: Oxford University Press, 1967), p. 26.

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Traducción: Alejandro Field


Acerca del autor

Don Closson recibió su B.S. en educación de Southern Illinois University, su M.S. en administración de la educación de Illinois State University, y su M.A. en estudios bíblicos de Dallas Theological Seminary. Trabajó como maestro y administrador de una escuela pública antes de unirse a Probe Ministries como investigador en el campo de la educación. Es el editor general de Kids, Classrooms, and Contemporary Education. Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org. Por favor indique a qué artículo se está refiriendo.

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